Capítulo 3.

Siento mucho haber tardado tanto en subir el siguiente capítulo. En realidad lo tenía hecho pero no encontraba tiempo ;) El caso es que aquí lo tenéis y espero que lo disfrutéis. 

- Llegas tarde - le dijo la chica sabiendo que no habían quedado a ninguna hora.
El muchacho asintió sin sonreír. Había pasado una mala tarde. Le contó todo a la niña ladrona. Le contó que su padre vivía borracho y su madre en casa del vecino. Hablaron toda la noche, hasta que el sol les interrumpió, y antes de despedirse la niña del pelo rosa dijo:
- Me voy a ir - y el chico asintió, como si ya lo esperase -, quiero buscar a mis padres. Mañana al alba ya no estaré aquí - Jack volvió a asentir.
- Yo te acompaño - dijo muy seguro el muchacho mientras Catherin abría la boca y asentía. Quedaron a las seis de la mañana en la puerta del orfanato.
- No llegues tarde o me iré - dijo a modo de despedida la chica antes de girarse y comenzar a andar hacía lo que había sido su hogar durante quince años pero que ya no lo sería más.
Llego al orfanato y subió por el árbol a su habitación. La miro fijamente, las paredes seguían blancas, ningún poster, ninguna foto, nada. Sabía, cuando llego, que se iría pronto. Abrió el armario y cogió una pequeña maleta de piel, paseo la mirada y el único movimiento que hizo fue para cambiar la pequeña maleta por una enorme mochila blanca con puntos de colores. Allí metió algo de dinero, una manzana, lago de muda y un abrigo. También metió todos sus preciados libros.
La habitación no quedo vacía, ni mucho menos, quedaron miles de prendas de vestir y algunas fotografías de árboles y bosques, además de alguna cosa personal. Así paso toda la tarde, despidiéndose en silencio de sus cosas. Y odiando a la gente del orfanato que tan mal la había tratado por ser diferente. Se quedo dormida mientras pensaba en todo lo pasado.
A las cinco, la chica estaba despierta, inquieta por dejar todo lo que conocía, abrió el armario por octava vez esa mañana y rebuscando en los cajones encontró su olvidado osito de peluche. Lo utilizaba cuando era pequeña y tenía miedo, había sido su mejor amigo. Sin pensarlo lo metió en la mochila.
Así paso la hora y bajo por última vez de su árbol con la mochila en la espalda. "Adiós" la parecía que la decía, le acaricio. Otro de sus amigos.
Salió por la puerta del orfanato sin soltar una lágrima, pero al volver la cabeza vio de nuevo su árbol, su habitación y su vida. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla, se la seco con una mano y se dio la vuelta con la cabeza alta y allí vio a su nuevo compañero de viaje, de aventuras y quizás, aunque ellos dos no lo supieran, de algo más.